23 de abril del 2021
PR 3 Taller 5
Llevo una semana sin poder escuchar otra cosa en mi cabeza que no sea esta frase. Creo que no entiendo ni he entendido nada. La verdad que después del coctel de sentimientos de la semana pasada (o me atrevería a decir de todo este curso) no sabía si recuperaría las fuerzas para continuar, he de reconocer que este curso se está haciendo duro y el covid no nos ayuda en nada. Aunque como bien saben los que más me conocen tengo bastante capacidad para aguantar hasta el final sin tirar la toalla.
La verdad que no me suele gustar contar mis cosas a desconocidos y menos en un blog de la universidad, pero seamos sinceros, no creo que mucha gente lo lea ¿no?. Tengo claro que uno de mis principales errores radica en que no me conseguí enfocar bien desde el principio, tal vez por falta de motivación o tal vez por simplemente ser un mal momento. Comencé con el pie izquierdo, y como bien sabemos si los cimientos del edificio no están bien todo se cae. Así que no, no estoy muy satisfecha con mi último trabajo. Sorprendentemente, creo que sí he aprendido algo de todo esto, pero bueno, el tiempo dirá.
Es curioso, pero a pesar de estar desanimada y de pensar que sería complicado salir de aquí, cuando se nos presentó este último ejercicio volví a recobrar esa ilusión que tenemos al principio de los proyectos cuando todavía no nos hemos atascado y no nos estamos comiendo la cabeza buscando ¨eso¨ que no se nos ocurre y no vemos.
En cuanto vi de qué iba el ejercicio, la primera persona
que me vino a la cabeza fue mi tía Georgina. Tenía absolutamente todos los requisitos que necesitaba. Para mí ella es una persona muy especial, ya que además de haber sido mi profesora de danza desde muy pequeña y de haberme enseñado tanto, me ha cuidado como mi propia madre y creo que por las distintas circunstancias tan duras que ha tenido que vivir se merecía este regalo. Además, creo que ella es la persona que más va a apreciar este regalo, por su sensibilidad y pasión por el arte.
Actualmente vive en una pequeña casita en plena naturaleza. Concretamente, en el puerto El Garruchal (Murcia). Se trata de una casa bastante vieja, construida durante los años 70, y por esto mismo necesita urgentemente una reforma. Se trata de una gran oportunidad para explotar su potencial como hogar.
Las ventanas no dejan pasar la suficiente luz deseada y como consecuencia de ello, la casa es un tanto oscura y fría. Las habitaciones dan a sureste, con lo que captan mayor luz por la mañana permitiendo disfrutar del placer de levantarse con la luz del sol. El resto de la casa, el baño y la cocina dan a noroeste volcando en un pequeño patio.
En este momento, la casa está repleta de parches y se encuentra en un estado intermedio entre casa y obra. En ocasiones anteriores mi tía ha querido hacer arreglos, pero estos se han visto interrumpidos por problemas económicos.
La casa cuenta con unas vistas maravillosas de las que en mi opinión se saca muy poco provecho, siendo este un importante punto a tener en cuenta.
Como persona que ha vivido prácticamente toda su vida en la ciudad, llegar allí siempre ha sido una liberación para mí. Los olores, los colores, los animales, la flores, las plantas… todo ello la hace especial. Todos estos elementos forman igual parte del conjunto de la casa como puede serlo una puerta.
Debe hacerse un estudio exhaustivo del emplazamiento y del jardín puesto que es un factor importante a tener en cuenta para la configuración de la futura casa. Tradicionalmente, se ha utilizado Tierra y yeso como base de la arquitectura vernácula de mi tierra.. “La materialidad de la arquitectura es consecuencia directa de los recursos naturales disponibles y más próximos a su emplazamiento. Se crea así una relación bidireccional entre el edificio y el paisaje”.
No quiero que se pierda en el proyecto esta esencia de casa de la huerta tan arraigada a la zona, puesto que opino que le otorga un valor especial.
